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Las lesiones medulares se dividen en dos tipos: incompletas y completas. Una lesión medular incompleta es aquella en la que el lesionado aún tiene partes del cuerpo funcionales situadas por debajo de la parte del cuerpo afectada. Una lesión medular completa es aquella en la que el lesionado no puede mover nada por debajo de la parte del cuerpo afectada.
Las lesiones incompletas de la médula espinal son más comunes que las completas. Más del 60% de las lesiones de la médula espinal son incompletas. Esto se debe a que los profesionales médicos conocen las formas adecuadas de responder a este tipo de lesiones para evitar que se compliquen. Hay tres tipos comunes de lesiones medulares incompletas:
Una lesión anterior se encuentra en la parte delantera de la médula espinal. En este tipo de lesión se dañan las vías sensoriales y motoras. Una lesión central se encuentra en el centro de la médula y conlleva daños en los nervios. La lesión de Brown-Sequard se produce cuando se ha lesionado un lado de la médula espinal.
El tipo más grave de lesión medular completa es la tetraplejia. Provoca parálisis y puede afectar a todas las extremidades. Su localización en la columna cervical determina la gravedad de la lesión. La paraplejia implica que el lesionado pierda completamente el movimiento y la sensibilidad de las partes del cuerpo. La triplegia suele ser el resultado de complicaciones derivadas de una lesión medular clasificada como incompleta.
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Hoy en día, el conocimiento científico se genera más rápidamente de lo que podemos asimilar, lo que requiere una revisión continua de los estándares de oro para el diagnóstico y el tratamiento de patologías específicas. El objetivo de este trabajo es proporcionar una actualización sobre el mejor tratamiento precoz de la lesión medular (LME), con el fin de elaborar recomendaciones aceptables a nivel mundial para estandarizar la práctica clínica en la medida de lo posible.El Comité de Columna de la WFNS votó recomendaciones relativas al tratamiento de la LME basadas en la revisión de la literatura de los últimos 10 años. El comité formuló 9 recomendaciones sobre 3 temas principales: (1) evaluación clínica y clasificación de la LME; (2) atención de urgencia y gestión temprana; (3) gestión cardiopulmonar. La escala de deterioro de la American Spinal Injury Association, la Spinal Cord Independence Measure y el International Spinal Cord Injury Basic Pain Data Set se consideran los más útiles y factibles en la evaluación de emergencia y el seguimiento en caso de LME. La resonancia magnética es el examen más indicado para evaluar a los pacientes con LME sintomática. En la fase inicial, se recomienda encarecidamente corregir la hipotensión (presión arterial sistólica < 90 mmHg) y la bradicardia. La descompresión quirúrgica debe realizarse lo antes posible, siendo el tiempo quirúrgico ideal dentro de las 8 horas siguientes, tanto para las lesiones completas como para las incompletas.
Lesión medular incompleta
*Dirigir toda la correspondencia a Marcel Dijkers, PhD, FACRM; Department of Rehabilitation Medicine, Mount Sinai School of Medicine, Box 1240, One Gustave Levy Place, New York, NY 10029-6574; 212-659-8587; fax: 212-348-5901. Correo electrónico: marcel.dijkers@mssm.edu
El hecho de que el dolor sea una consecuencia común de las lesiones de la médula espinal (LME) apenas merece ser mencionado; casi todos los autores que informan sobre algún aspecto del dolor en las LME lo mencionan. Los dolores neuropáticos resultantes del daño a la médula espinal, los dolores nociceptivos causados por las exigencias inusuales que una LME impone a las extremidades superiores y los dolores “mixtos” son bien conocidos y se han estudiado ampliamente. Lo que no se suele tener en cuenta es que las personas con LME pueden tener dolor crónico por muchas otras causas (por ejemplo, dolor de cabeza crónico y dolor que acompaña al cáncer, herpes zoster y cualquier otro trastorno), al igual que la población general. Bar-On y Ohry argumentan que los individuos con LME experimentan estos dolores “no relacionados con la LME” con una frecuencia menor que sus compañeros porque es posible que no puedan sentir el dolor somatogénico por debajo del nivel de la lesión [1]. No se han identificado pruebas que respalden esta afirmación.
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Antecedentes: Las investigaciones preclínicas en modelos animales demuestran que el aumento de la actividad de las extremidades superiores (UL) durante la rehabilitación promueve la recuperación motora después de una lesión de la médula espinal (SCI). A pesar de esto, después de la LME en los seres humanos, no existen protocolos de entrenamiento aplicados comúnmente, y por lo tanto, las terapias de rehabilitación basadas en la actividad (ABRT) varían en frecuencia, duración e intensidad. La cuantificación de la recuperación de la UL se limita a cuestionarios subjetivos o a medidas dispersas de la función muscular y las tareas de movimiento.
Objetivo: Medir objetivamente los cambios en la actividad del UL durante la rehabilitación aguda de la LME y evaluar el valor de los sensores portátiles como nuevas herramientas de medición complementarias a las herramientas de evaluación clínica estándar.
Métodos: Se midió longitudinalmente la cantidad total de actividad del COL y la cinemática de las ruedas con sensores portátiles en 12 pacientes con LME torácica y 19 cervical aguda (completa e incompleta). Las mediciones se realizaron durante un máximo de siete días consecutivos y, simultáneamente, se realizaron evaluaciones específicas de la LME durante las sesiones de rehabilitación 1, 3 y 6 meses después de la lesión. Se analizaron los cambios en la actividad y la función de la UL a lo largo del tiempo mediante modelos lineales mixtos.